Acabamos de conocer la sentencia «de la manada» (España).
Indignación, estupor, desolación, son los términos en que cada mujer se pronuncia. Esta no era una sentencia más, era una sentencia paradigmática por lo mediático, por el cuestionamiento de la víctima, porque fue el momento que hizo responder a las instituciones por el derecho a una vida libre de violencias también en los espacios de ocio. La sentencia tenía por tanto también mucho de simbólico.
El mensaje enviado ha sido doble, por un lado nos ha dicho a las mujeres que no creamos que los avances en igualdad no están consolidados, al machismo criminal que no es tan grave agredir sexualmente a una mujer.
Lo peor es que esta sentencia no es una excepción y nos recuerda que la justicia patriarcal es un muro con el que chocan los avances en los derechos humanos de las mujeres, y nos refuerza en la necesidad de mantener la lucha contra las violencias machistas en la agenda feminista, de hacer una verdadera revisión del ámbito jurídico, en lo sustantivo y en lo procesal, para que la aplicación del principio de igualdad en la interpretación y aplicación de las normas no quede en papel mojado para las mujeres.